Enfermedad de Crohn hoy > Enfermedad de Crohn y depresión: impacto psicológico de las EII
La enfermedad de Crohn, al igual que la colitis ulcerosa, pertenecen a las llamadas EII [1], un grupo de patologías de carácter crónico que afectan al aparato digestivo y tienen un importante impacto en la calidad de vida física y psicológica de los pacientes. [2]
Datos de ACCUESP (Confederación de Crohn y colitis ulcerosa), indican que los síntomas asociados a la depresión, el estrés y la ansiedad son comunes entre la población de personas con EII [3], especialmente en las fases de brote de la enfermedad. [4]
Según los datos de un estudio realizado en 2005, en torno al 25% de la población con alguna enfermedad crónica sufre un trastorno psiquiátrico como consecuencia de la patología. [5] Esta cifra supera el 30% entre las personas con EII en fases de remisión y el 60% en fases activas. [4]
Las investigaciones sugieren que esta situación se debe a una combinación de factores como el estrés del propio diagnóstico, la posible dificultad para las relaciones sociales, los propios síntomas y necesidades de la enfermedad, la personalidad de cada persona etc. [4]
Algunos trabajos describen que las alteraciones psicológicas son mayores en personas con enfermedad de Crohn que en aquellas con colitis ulcerosa, algo que probablemente se deba a que esta última produce menos secuelas físicas. [2]
Además, el desarrollo de síntomas asociados a la ansiedad y la depresión puede tener un impacto negativo en la evolución de la enfermedad, propiciando una tasa mayor de recaídas y fases de brotes activos. [6]
Según los testimonios recogidos en un estudio que se realizó entre personas con EII, el desarrollo de episodios y cuadros depresivos se debía a problemas sociales y laborales, o a la falta de empatía por parte del entorno, entre otros motivos. [4]
Los datos revelan que los síntomas de estrés y manifestaciones psicológicas relacionadas con las EII dependen en gran medida de la satisfacción de la persona con el apoyo social que recibe. [6]
Estas consecuencias psicológicas pueden potenciar la alteración del sistema inmunitario, aumentando la vulnerabilidad del organismo ante las infecciones. [6]
También pueden provocar alteraciones en la mucosa que recubre el intestino, facilitando su contacto con las bacterias que inducen a la hiperactividad del sistema inmunitario y que intensifican la inflamación que provoca la enfermedad. [6]
Referencias