Los síntomas del VIH están muy ligados con la fase o estadio en que se encuentre la infección.
En ausencia del tratamiento antirretroviral, la infección por VIH avanza lentamente, pero de forma progresiva. El sistema inmunitario se resiste durante años a la infección en tres fases o etapas bien diferenciadas:
Entre 2 y 4 semanas después de contraer el virus, aproximadamente la mitad de las personas con VIH desarrollan síntomas bastante inespecíficos parecidos a los de la gripe o la mononucleosis infecciosa. Suelen padecer:
(En cuello, axilas, tórax, abdomen e ingles).
En esta fase, el virus se está replicando de forma rápida, ya que no existen defensas específicas en el organismo que lo puedan detener.
Después de unas semanas, el sistema inmunitario comienza a crear los anticuerpos específicos contra el VIH, que se pueden detectar en la sangre. Esto se conoce como seroconversión y, generalmente, pasa inadvertida por la persona afectada. El tiempo que transcurre entre la infección aguda y la aparición de anticuerpos se denomina “periodo ventana”.
También debe tenerse en cuenta que algunas personas infectadas con VIH no presentarán síntomas durante esta fase.
Durante la infección aguda, existe una elevada carga viral de VIH en sangre y en otros fluidos. Por ello, las posibilidades de transmitir la infección a través de relaciones sexuales son muy elevadas.
Esta etapa suele caracterizarse por la ausencia de síntomas durante un largo periodo. Sin embargo, la batalla entre el VIH y el sistema inmunitario continúa desarrollándose.
Con el tratamiento antirretroviral adecuado, la persona infectada puede prolongar la duración de este periodo intermedio y evitar desarrollar sida. El VIH puede transmitirse a otras personas en esta fase, pero el riesgo es nulo cuando se está siguiendo el tratamiento adecuado y la carga viral es indetectable.
A medida que la presencia del virus aumenta, el sistema inmunitario se vuelve cada vez más vulnerable. Por lo tanto, aumenta el riesgo de desarrollar infecciones oportunistas, tumores benignos o cánceres como el sarcoma de Kaposi (si no se está utilizando tratamiento o no hay una buena adherencia al mismo).
El sarcoma de Kaposi es un tumor maligno de los vasos sanguíneos que provoca, entre otros síntomas, lesiones cancerígenas en la piel, en la mucosa oral, en el tubo digestivo y otros órganos.
En este momento se considera que la infección por VIH se ha convertido en sida. En función de la situación del sistema inmunitario de la persona afectada, así como de los efectos directos del VIH, pueden ser frecuentes los siguientes síntomas:
Como pérdida de memoria, trastornos afectivos o problemas motores (pérdida de fuerza, debilidad).