El tratamiento del linfoma de células del manto depende de varios factores, como los síntomas, la extensión del linfoma o el riesgo de la enfermedad según el MIPI (Índice Pronóstico Internacional para el Linfoma de Células del Manto).
Este indicador tiene en cuenta la edad, el estado general del paciente y los niveles de linfocitos y de deshidrogenasa láctica, una proteína que ayuda a producir energía para que las células de nuestro organismo puedan funcionar correctamente.
La vigilancia activa consiste en observar de cerca la evolución del paciente sin indicar ningún tratamiento, a no ser que la enfermedad empeore. Está indicada para algunos pacientes con linfoma de células del manto que, al margen del diagnóstico, se encuentran en buen estado de salud y no presentan síntomas del cáncer.
En caso de que sea necesario seguir un tratamiento, existen diferentes opciones disponibles para abordar el linfoma de células del manto:
Quimioterapia de altas dosis y trasplante de células madre del paciente.
Quimioterapia combinada con anticuerpos monoclonales (inmunoterapia).
Inmunoterapia.
Terapia dirigida: actúa de forma específica contra las células cancerosas, evitando su crecimiento.
Corticoides: se pueden utilizar en combinación con quimioterapia para ayudar a que esta sea más eficaz.
Radioterapia: se puede utilizar en estadios 1 y 2 o para aliviar síntomas como el dolor.
Los efectos secundarios del tratamiento dependerán del tipo y la dosis de medicación administrada, de la edad del paciente y de sus enfermedades previas.
Algunos de los posibles efectos secundarios de la quimioterapia son fatiga y pérdida del apetito, náuseas y vómitos, fiebre, escalofríos, diarrea, úlceras bucales, neuropatía periférica (hormigueo, ardor, adormecimiento o dolor en las manos o en los pies), anomalías en la cantidad de células sanguíneas, falta de aliento y caída temporal del cabello, entre otros.
Los anticuerpos monoclonales pueden causar fiebre, debilidad, escalofríos, diarrea, náuseas, vómitos, dolor de cabeza, baja presión arterial y erupciones en la piel.
En cuanto a los tratamientos dirigidos, sus posibles efectos secundarios son específicos de cada medicamento. Los profesionales sanitarios pueden ayudar a entenderlos y reconocerlos.