A la hora de comenzar un tratamiento para el cáncer de pulmón, se han de tener en cuenta los siguientes aspectos:
Un equipo multidisciplinar de especialistas (neumólogos, cirujanos torácicos, oncólogos médicos, oncólogos radioterápicos, radiólogos, anatomopatólogos y especialistas en medicina nuclear), conocido como “Comité de Tumores”, será el que decida el tratamiento más adecuado para cada caso.
Paula, que fue diagnosticada de cáncer de pulmón, explica cómo el inicio del tratamiento ha marcado un antes y un después tras el diagnóstico. El vídeo recoge este y otros testimonios de personas, familiares y profesionales sanitarios que conviven con el cáncer de pulmón y coinciden en subrayar la importancia de someterse a un tratamiento eficaz para mejorar la esperanza y la calidad de vida.
A las diferentes etapas del tratamiento se las conoce como “líneas de tratamiento”.
La primera línea se corresponde con los tratamientos que recibe una persona en el momento en el que es diagnosticada. Los tratamientos de primera línea suelen consistir en terapias dirigidas, recomendadas cuando se conocen los biomarcadores concretos del tumor, o bien la inmunoterapia, la quimioterapia o una combinación de ambas.
Las siguientes líneas dependerán de las características de la enfermedad, de los tratamientos de primera línea ya aplicados y de las mutaciones que posea el tumor, tanto las ya identificadas mediante diagnóstico molecular como las que pueden ir apareciendo.
Las líneas de tratamiento serán diferentes para cada persona.
En función de las necesidades de la persona, se decidirá la realización de cirugía, radioterapia, quimioterapia, terapia dirigida o inmunoterapia. Estos son los cinco pilares básicos para el tratamiento del cáncer de pulmón.
Cuando el tumor puede extirparse mediante cirugía, se dice que es “resecable”. La resecabilidad se determina analizando una serie de criterios de operabilidad:
Así, antes de la intervención, deberá realizársele a la persona un estudio preoperatorio (análisis de sangre, análisis de coagulación, electrocardiograma y espirometría).
Al realizar un estudio previo a la cirugía de la función pulmonar se puede conocer cuál será el porcentaje aproximado de capacidad pulmonar que quedará una vez que se realice la intervención.
La cirugía de pulmón es una intervención mayor que requiere un ingreso hospitalario que suele durar entre una y dos semanas, aunque esto dependerá de cada persona.
Existen tres tipos principales de cirugía de pulmón:
Junto con la cirugía del tumor se debe realizar una extirpación de los ganglios linfáticos del mediastino (región del tórax situada entre los pulmones) para su análisis, algo que se conoce como linfadenectomía.
Una técnica cada vez más extendida en los hospitales, que sirve como alternativa a la cirugía abierta, es la toracoscopia. Esta intervención es mucho menos invasiva: a través de unas pequeñas incisiones, se introduce un visor y el instrumental necesario para extirpar el tejido afectado. No obstante, esta opción solo puede valorarse en el caso de cáncer de pulmón no microcítico diagnosticado en etapas muy iniciales.
En los últimos años, los avances médicos han permitido que el periodo de recuperación tras una intervención quirúrgica de cáncer de pulmón sea mucho más rápido que antaño.
Este tratamiento se vale de rayos X de alta energía u otro tipo de ondas energéticas que ayudan a destruir las células malignas, o bien evitan que estas se multipliquen. Para ello, se emplean unas máquinas de gran tamaño llamadas aceleradores lineales. La radioterapia es una buena opción de tratamiento en casos en los que el cáncer se encuentra en un estadio localizado que no se puede abordar con cirugía.
En el cáncer de pulmón, el empleo de la radioterapia varía en función del tipo de cáncer:
Habitualmente, el tratamiento con radioterapia dura entre 1 y 5 semanas. Se suele realizar de lunes a viernes con sesiones que duran entre 10 y 20 minutos, y en las que la persona tiene que permanecer inmóvil en el acelerador lineal.
Las personas que se someten a un tratamiento con radioterapia a nivel torácico pueden sufrir cierta irritación en el esófago, en la tráquea, en los bronquios y en los pulmones, que son las zonas a las que va dirigida la radiación. Esto puede ocasionar algunos síntomas como dolor en el tórax, dolor al tragar alimentos, tos o cansancio. También es frecuente la aparición de reacciones en la piel y la pérdida de pelo en la zona irradiada. Los síntomas irán remitiendo cuando finalice el tratamiento.
La quimioterapia consiste en la administración de medicamentos que frenan el crecimiento de las células cancerosas, eliminándolas o impidiendo que crezcan, que se dividan o que se extiendan a otros órganos y tejidos. Debido a la acción, la persona puede experimentar una serie de síntomas más o menos intensos y, normalmente, transitorios.
La quimioterapia suele estar recomendada para el tratamiento de todas las fases del cáncer de pulmón de células pequeñas, así como en todas las fases, excepto en el estadio I, del cáncer de pulmón no microcítico.
En este último caso, en el del cáncer de pulmón no microcítico, la quimioterapia se emplea en diversas situaciones:
Los tumores se pueden clasificar en varios tipos, y se organizan según su mutación. Estas mutaciones se conocen como dianas terapéuticas, que permiten a los especialistas predecir qué tipo de tratamiento será más efectivo.
En esta clase de tratamiento se emplean medicamentos que son capaces de atacar específicamente a las células tumorales.
Estos medicamentos están compuestos por sustancias mucho más específicas y menos tóxicas que la quimioterapia, y actúan frenando el desarrollo tumoral. La elección de los medicamentos se realiza en función del tipo de mutación que posea el tumor de la persona y según el estadio de su enfermedad.
Es importante recalcar que algunos de estos medicamentos están aprobados solo para un determinado tipo de paciente, dependiendo de sus características clínicas.
Las terapias dirigidas se aplican principalmente en el cáncer de pulmón no microcítico con dos tipos de fármacos principales: anticuerpos monoclonales e inhibidores de tirosina cinasa.
Las terapias dirigidas se diferencian de la quimioterapia porque:
Actúan en blancos o dianas moleculares específicas asociadas con el cáncer, mientras que la mayoría de las quimioterapias tradicionales actúan en todas las células que se dividen con rapidez (tanto en las sanas como en las cancerosas).
La inmunoterapia sirve para estimular el sistema inmunitario y que este reconozca las células tumorales como malignas. Con este tipo de terapia se consigue que el sistema inmunitario ataque a las células cancerosas. Esto incrementa las posibilidades de una supervivencia más prolongada.
Este tratamiento consiste en la administración de unos medicamentos que contienen sustancias que produce el propio cuerpo o sintetizadas en un laboratorio. Este tipo de fármacos actúan de la siguiente forma:
Se puede prescribir como tratamiento único o combinada con la quimioterapia.
Al igual que ocurre con otros de los tratamientos ya mencionados, la inmunoterapia puede derivar en algunos efectos secundarios como aumento de peso, presión arterial baja, náuseas, fiebre, escalofríos, diarrea, fatiga, manifestaciones cutáneas… Sin embargo, no todos estos síntomas aparecen en el mismo momento del tratamiento, algunos aparecen en fases más avanzadas.
Tanto en fases precoces del cáncer como en estadios en los que la enfermedad no se pueda controlar, los médicos tratarán de mejorar la calidad de vida de la persona mediante cuidados paliativos. Este tipo de terapia se centra en el alivio de los síntomas físicos, pero también aborda las necesidades psicológicas, sociales o espirituales de la persona.
Para determinar qué cuidados paliativos son los más adecuados para cada paciente, se requiere una correcta evaluación por parte de un equipo interdisciplinar de profesionales, para atender así de la mejor forma posible y de manera integral las necesidades tanto de la persona como de su familia.
Los cuidados paliativos le aportan a la persona con cáncer y a su entorno un tratamiento global y, sobre todo, un cuidado, un espacio de escucha y un soporte emocional que facilite la convivencia con la enfermedad.
En este sentido, las asociaciones de pacientes de cáncer de pulmón como la Asociación Española de Afectados de Cáncer de Pulmón (AEACaP) desempeñan un papel fundamental en lo que respecta al apoyo y comprensión de pacientes y familiares.
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