Diagnóstico

Diagnóstico

Las etapas iniciales de la hipertensión arterial pulmonar pueden ser asintomáticas, y cuando están presentes los síntomas es difícil diferenciarlos de otras enfermedades respiratorias o cardiacas.[1]

El intervalo de tiempo entre los primeros síntomas hasta el diagnóstico puede durar entre 1 y 3 años. Por este motivo es tan importante un diagnóstico precoz de la enfermedad, ya que eso conlleva también una mayor supervivencia a largo plazo.[1]

Se debe prestar especial atención al perfil de mujer joven con sintomatología como disnea, dolor torácico, síncopes o palpitaciones y así, incluir entre los diagnósticos diferenciales la hipertensión arterial pulmonar como descarte de otras enfermedades que podrían ocasionar sintomatología parecida.[1]

Pruebas diagnósticas de la hipertensión arterial pulmonar

Tanto a la hora del diagnóstico como durante el seguimiento de la persona con hipertensión arterial pulmonar, es necesario realizar diferentes pruebas complementarias que ayuden al especialista a tomar las decisiones correctas, siempre con el objetivo de mejorar la calidad de vida y la supervivencia. Todas las personas con sospechas de hipertensión arterial pulmonar deben hacerse un cateterismo cardiaco para confirmar la enfermedad y evaluar su gravedad.

Estas son las pruebas diagnósticas específicas en la hipertensión arterial pulmonar:[2]

Examen físico

Es lo primero que se realiza cuando se valora el estado de una persona.

Electrocardiograma

Mediante la realización de un electrocardiograma es posible observar trazos electrocardiográficos. Estos pueden indicar o respaldar la evidencia de que la persona padece hipertensión arterial pulmonar.

Pruebas analíticas

Como la prueba NT-proBNP, el estudio genético, la serología…

Pruebas de imagen

Ecocardiograma

Es la prueba que más comúnmente hace sospechar que exista hipertensión arterial pulmonar.[1] Se emplea para conocer los efectos que ha causado la hipertensión arterial pulmonar en el corazón, pero esta prueba no es suficiente para establecer el diagnóstico, que debe ser confirmado mediante un cateterismo cardiaco derecho.[2]

Radiografía del tórax

Prueba para observar posibles alteraciones en la forma y el tamaño de órganos como pulmones, corazón y cavidad torácica. Esta prueba sirve para excluir enfermedades pulmonares asociadas u otros tipos de hipertensiones pulmonares.[2]

Resonancia cardiaca

Sirve para crear imágenes del corazón a través de un potente campo magnético.[2]

TAC de tórax

Aporta información sobre las alteraciones vasculares y cardiacas, entre otras.[2]

Gammagrafía de ventilación

Sirve para descartar tromboembolismo pulmonar (grupo IV). Con ella se observa cómo llega el aire a los pulmones.[2]

Gammagrafía de perfusión

Sirve para descartar tromboembolismo pulmonar (grupo IV). Con ella se observa cómo se distribuye la sangre por los vasos sanguíneos pulmonares.[2]

Pruebas de valoración cardiorrespiratorias

Espirometría y pletismografía

Estas pruebas evalúan la función pulmonar. La espirometría sirve para medir la cantidad y frecuencia de aire inspirado y espirado durante un tiempo concreto. La pletismografía, por su parte, se utiliza para verificar si hay coágulos sanguíneos en brazos y piernas o para medir cuánto aire se puede contener en los pulmones.[2]

Test de la marcha de 6 minutos y ergoespirometría (prueba de esfuerzo)

Estas pruebas se utilizan para medir la capacidad de ejercicio en la hipertensión arterial pulmonar.[2]

Pruebas hemodinámicas

Cateterismo cardiaco derecho (CCD) y angiografía pulmonar

Esta prueba sirve para obtener resultados de calidad y reducir el riesgo de las personas. Por lo general, se lleva a cabo en quirófano.


Una vez realizadas las diferentes pruebas diagnósticas en personas con alta sospecha de hipertensión arterial pulmonar, debe realizarse el cateterismo cardiaco derecho para confirmar el diagnóstico de la enfermedad, decidir el tratamiento y conocer el pronóstico (es decir, evaluar su gravedad).[2]


Durante el cateterismo, también puede ser necesario realizar una angiografía pulmonar. Se trata de una prueba que sirve para ver cómo fluye la sangre a través de los pulmones. Consiste en un examen imagenológico que utiliza rayos X y un contraste especial para ver el interior de las arterias.[2]

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Referencias

Sociedad de Lucha contra la Leucemia y el Linfoma, “Mieloma: la información más reciente para pacientes y cuidadores” (2019), LLS. (Último acceso: enero de 2022).
S. K. Kumar et al., “Continued improvement in survival in multiple myeloma: changes in early mortality and outcomes in older patients”, Leukemia 28 (2014): 1122-1128. (Último acceso: enero de 2022).
Asociación Estadounidense Contra el Cáncer, “Terapia con medicamentos para el mieloma múltiple”, American Cancer Society. (Último acceso: enero de 2022).
Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, “Diccionarios del NIH. Glucocorticoide”, cancer.gov. (Último acceso: enero de 2022).
F. Roila et al., “Guideline update for MASCC and ESMO in the prevention of chemotherapy- and radiotherapy-induced nausea and vomiting: results of the Perugia consensus conference”, Annals of Oncology 21, supplement 5 (2010): 232-243. (Último acceso: enero de 2022).
Asociación Española de Afectados por Linfoma, Mieloma y Leucemia, “Convivir con el mieloma múltiple”, AEAL. (Último acceso: enero de 2022).
Asociación Estadounidense Contra el Cáncer, “Trasplante de células madre para el mieloma múltiple”, American Cancer Society. (Último acceso: enero de 2022).
Grupo Español de Mieloma, “Guía de Mieloma Múltiple”, Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (2021). (Último acceso: enero de 2022).
Grupo de Estudio de Gammapatías Monoclonales de Castilla y León, “Hematoguia Mieloma”, 2020, versión 4.1, sehh.es. (Último acceso: enero de 2022).
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